Desde tiempo inmemorial, los vecinos de Ricote han aprovechado el agua de la Fuente Grande para diversos usos. Los 12/13 litros por segundo de su caudal podían ser utilizados para la construcción de obras, apagar incendios, baño, aseo y limpieza de casas, fregar utensilios domésticos, dar de beber a las caballerías y ganados, limpiar las tripas de las matanzas de cerdos y, por supuesto, para lavar ropas, como se realizaba en el lavadero público que tiene ante su vista.
Pero no sólo las ricoteñas hacían la colada en este lavadero. Como se especifica en las ordenanzas de 1919, el lavado de ropas se podía hacer en todas las acequias por donde circulaba el agua de la Fuente Grande. Los sitios más usuales y considerados como lavaderos ordinarios fueron: desde el Molino de Abajo hasta La Romana, Cabezo Blanco, Balsa del Lino, caminos de La Ermita y Lionero, siguiendo a La Canal. También, por encima de la Balsa del Molino y ojo de la misma hasta La Romana y en las orillas de los caminos, no estando permitido que con el lavado de ropa se rebosara el agua de la acequia. Por su parte, las ropas procedentes de enfermos, que lo eran por contagio o epidemia, sólo se podían lavar desde el paraje de Lionero hacia abajo.
Molinos harineros
Justo debajo del lavadero se localizan los edificios de dos molinos harineros de cubo (uno rehabilitado), que han aprovechado la fuerza motriz del agua de la Fuente Grande para su funcionamiento.
En este lugar está documentado, ya en 1494, la existencia de un molino harinero de cubo perteneciente a la encomienda santiaguista de Ricote, que suponía el único medio de transformación indispensable para moler el cereal cultivado en la huerta. Aquel se debió corresponder con el Molino de Abajo, conocido popularmente como “Molino Viejo”. La presencia del segundo molino se documenta en el año 1538, cuando todavía estaba sin terminar. La regresión demográfica que supuso la expulsión de los moriscos de esta tierra en 1613 conllevó el abandono de gran parte de la huerta, teniendo un fiel reflejo en el ruina de los molinos harineros. Por tal motivo, en la primera mitad del siglo XVIII sólo se mencionará uno en funcionamiento. El crecimiento poblacional y la recuperación de la Huerta de Ricote a partir de entonces hizo que se pusiera en funcionamiento un segundo molino, llegando ambos al siglo XX.